The Big Valley: Barbara Stanwyck en la tierra de los titanes caídos

Olvida todo lo que creías saber sobre el western. Olvida a John Wayne trotando sobre sus caballos como un monolito invencible, ignorando las complejidades de la vida emocional como si fueran balas perdidas. Olvida los desiertos vacíos y las miradas de acero, porque "The Big Valley" no es solo otra serie del oeste. Es un choque titánico, una ópera barroca del polvo y el drama, con Barbara Stanwyck en su centro, una reina, un meteorito, una fuerza de la naturaleza que jamás se conformó con vivir en las sombras.

Esto no es el Hollywood de los estudios, donde los vaqueros cabalgaban por sets de cartón piedra mientras los críticos les alababan con una reverencia que rozaba lo religioso. Esto es el oeste reinventado en el televisor de tu salón, con el realismo áspero de los años 60 mezclado con drama operístico y melodramas familiares. A lo lejos, los cineastas estaban desmontando la mitología del cowboy clásico. Pero aquí, en esta tierra extraña y hermosa, Stanwyck estaba construyendo su propio reino.

Victoria Barkley. Sólo el nombre debería hacerte temblar. Es lo que queda cuando juntas el poder feroz de Stanwyck con la estructura narrativa de una epopeya griega y le echas encima la dureza cruda de un western. Pero este no es un western donde el protagonista se desmorona bajo la violencia de su entorno. Es un western donde una mujer se planta firme como un roble en medio de las tormentas, donde las tragedias familiares no son simples excusas para las balas, sino los latidos del corazón palpitante de esta serie inolvidable.

The Big Valley se estrena en 1965, cuando las estrellas del cine clásico empezaban a migrar a la televisión como aves heridas buscando una última rama en la que posarse. El viejo Hollywood ya estaba muriendo, y no había vuelta atrás. Pero Stanwyck no estaba aquí para aceptar su destino como estrella en declive. No, ella se reinventó como una diosa del western familiar. Nadie le dice a Barbara Stanwyck que ha pasado su momento.

Victoria Barkley es todo lo que quieres ver en un personaje. Es el centro de gravedad de la familia Barkley, y la familia Barkley es una bomba a punto de estallar. Tienes a Nick (Peter Breck), el bruto macho que parece que puede arrasar una ciudad con un par de gritos. Luego está Jarrod (Richard Long), el abogado que debería ser el héroe noble, pero cuya nobleza está tan plagada de grietas como el terreno que cruza. Audra (Linda Evans), la hija que se ve atrapada entre la suavidad y la dureza, en el medio de un mundo que no da espacio para las medias tintas. Y Heath (Lee Majors), el forastero, el hijo ilegítimo que nunca debería haber estado allí, pero cuya presencia retumba como un eco incómodo en cada rincón de la historia.

Lo que distingue a "The Big Valley" es que no es una simple máquina de hacer aventuras con paisajes bonitos y peleas de bar. No es un catálogo de "hombres con pistolas y problemas". Es una tragedia griega disfrazada de western televisivo. Heath es el Edipo sin reino, la espina envenenada en el costado de una familia que apenas puede tolerar la idea de su existencia. Y es esa dinámica, ese caos contenido dentro de las paredes de su casa, lo que hace que todo sea increíblemente fascinante.

La televisión de los 60 estaba inundada de héroes masculinos, pero Stanwyck aquí es el sol alrededor del cual giran esos planetas heridos. Es firme como el hierro, y no porque sea una matriarca con un corazón de piedra, sino porque sabe lo que está en juego. Cada mirada suya podría derribar un edificio entero si quisiera. No hay melodrama barato aquí: hay verdad emocional en cada movimiento. A Stanwyck no le interesaban las sutilezas cuando podía morder, desgarrar y luchar por lo que le correspondía. Los guionistas le dieron palabras, pero ella las transformaba en afiladas cuchillas.

Es curioso cómo la violencia del oeste tradicional parece casi infantil en comparación con las guerras internas de los Barkley. Los problemas no se resuelven a tiros en la mayoría de los episodios, sino con decisiones que tienen el peso de una lápida. "The Big Valley" te hace sentir que las heridas emocionales, esas que no sangran en la pantalla, son las que realmente matan. Stanwyck lo entiende así. Por eso su Victoria nunca es solo una "madre fuerte". Es una estratega, una líder, una figura mitológica en medio de una familia rota por las expectativas imposibles que les ha puesto su apellido.

Y luego está el estilo. Este no es el oeste polvoriento y descolorido de los años 50. Este es el oeste del technicolor, donde los cielos parecen demasiado azules y los trajes demasiado limpios. Todo es grande, todo es intenso, como si el universo mismo estuviera conspirando para darle a Stanwyck la mejor continuidad posible en la pantalla.

"The Big Valley" no trata sobre pistolas ni caballos. Trata sobre las batallas del alma. Trata sobre la lucha por la identidad en un mundo que está cambiando demasiado rápido. Y en el centro está Stanwyck, imperturbable, sin miedo, una mujer que no tiene por qué demostrar nada a nadie. En un mundo donde los hombres del oeste eran reyes, ella era la emperatriz.

El Gran Leblogski - Moviecrazy

Sobre el autor /

Los más perspicaces habrán intuido que no utilizo mi verdadero nombre, pero tampoco lo hacía Cary Grant. Mi película favorita sigue siendo Casablanca.

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