El terror de las perchas de alambre: el mito de Mommie Dearest


A veces, en Hollywood, las historias más terroríficas no provienen de los monstruos ficticios, sino de las estrellas que habitan esas películas. Mommie Dearest (1981) es un claro ejemplo de ello, tomando a una de las grandes divas del cine clásico, Joan Crawford, y transformándola en una figura más temible que cualquiera de las criaturas inventadas que han aparecido en la gran pantalla. Pero, detrás de las luces y de las sombras (y de los gritos), queda la pregunta: ¿hasta qué punto podemos creer lo que cuenta Christina Crawford, tanto en su libro como en la película?

Basada en las memorias incendiarias de Christina, la película describe a Joan como un ser despiadado, controlador y violento. Lo que hace fascinante a Mommie Dearest no es solo la figura de Joan Crawford como madre y estrella, sino cómo el relato de Christina pinta su infancia como un campo de batalla emocional donde las perchas de alambre se convirtieron en armas arrojadizas. Antes de lanzarnos a una lectura literal del texto, conviene recordar que las memorias son algo subjetivo, y no todos en el entorno de Joan respaldaron la versión de Christina.

¿Verdad o venganza editorial?

Cuando Christina Crawford lanzó su libro en 1978, Hollywood tembló. El relato dibujaba a Joan como una figura aterradora, capaz de castigar a sus hijos por infracciones tan triviales como el uso de perchas inadecuadas. Sin embargo, muchos salieron en defensa de la actriz. Cathy y Cindy Crawford, las otras hijas adoptivas de Joan, negaron haber sufrido abusos, describiendo una infancia mucho más estable de la que Christina relata. Además, varios amigos cercanos de Joan, incluyendo figuras de la talla de Van Johnson, afirmaron que el libro estaba lleno de exageraciones.

Lo cierto es que la relación entre Joan y Christina era, como mínimo, complicada. Joan adoptó a Christina y a su hermano Christopher en un momento en que la maternidad parecía una exigencia de imagen pública para las estrellas. La estricta disciplina que Joan impuso en casa, probablemente alimentada por su propio temor al fracaso, chocó con la rebeldía natural de Christina, creando un cóctel explosivo que, años después, Christina sirvió al mundo en forma de best seller. Pero, ¿cuánto de esa historia es cierto? Algunos señalan que Christina, consciente de que su libro debía venderse, probablemente exageró ciertos momentos para hacerlos más dramáticos. La escena de las perchas, con toda su teatralidad, es un buen ejemplo: parece sacada de un thriller psicológico más que de una infancia real.

Faye Dunaway: más Joan que Joan

La película fue un proyecto que, si bien se concibió como un drama biográfico serio, terminó siendo una parodia involuntaria. La actuación de Faye Dunaway como Joan Crawford es legendaria por varias razones. Y no todas precisamente buenas. Dunaway no solo “interpretó” a Joan Crawford; la encarnó hasta tal punto que durante el rodaje, para el equipo, fue difícil distinguir entre actriz y personaje.

Las anécdotas del rodaje son de esas que alimentan la mitología de Hollywood. Dunaway, conocida por su intensidad, se metió en el papel con una obsesión similar a la que Joan tenía con su propia imagen. Dicen que, entre tomas, Dunaway seguía dando órdenes y exigiendo el mismo nivel de control que la propia Joan. En una de las escenas más emblemáticas, cuando Joan entra en el armario de Christina y desata su furia al descubrir las infames perchas de alambre, Dunaway rompió varios objetos del set. El equipo de rodaje, con una mezcla de miedo y asombro, tuvo que detener la filmación para limpiar el desorden, mientras Dunaway seguía en su trance interpretativo.

También se cuenta que la actriz no se salía del personaje durante las pausas del rodaje. Faye exigía ser tratada como Joan, hasta el punto de ordenar al equipo que se refirieran a ella solo por el nombre de su personaje. Este nivel de inmersión tuvo sus consecuencias. Para muchos actores y técnicos, el rodaje fue una experiencia agotadora. Y para Dunaway, el papel resultó ser una maldición: aunque ya era una estrella consolidada, su carrera sufrió un golpe del que nunca se recuperó completamente. La crítica fue cruel, y la película, que pretendía ser un drama biográfico desgarrador, fue recibida con risas en las proyecciones. Dunaway, atrapada en su interpretación desmesurada, terminó siendo el centro de la ironía: lo que se suponía un tour de force se convirtió en una caricatura.

Faye Dunaway interpretando a Joan Crawford en Queridísima mamá-min
Queridísima Faye Dunaway

Un rodaje tan complicado como la relación madre-hija

Lo fascinante de Mommie Dearest no es solo lo que cuenta sobre Joan Crawford, sino lo que revela del propio Hollywood. Faye Dunaway no fue la única víctima de la intensidad del rodaje. El ambiente en el set era tan tóxico como el que se pretendía retratar en la pantalla. Los jóvenes actores que interpretaban a Christina y Christopher fueron sometidos a un trato tan severo por parte de Dunaway que muchos se preguntaron si estaba llevando su “método” demasiado lejos. El director, Frank Perry, tuvo que mediar en más de una ocasión para calmar los ánimos y evitar que el caos se apoderara del plató.

Uno de los episodios más reveladores fue la filmación de la escena en la que Joan corta los rosales del jardín en un arranque de furia. Dunaway, sumida en el personaje, insistió en repetir la toma varias veces, hasta que su ropa y rostro quedaron completamente manchados de barro y sudor. Cuando finalmente el director dio la escena por terminada, Dunaway se enfureció por lo que consideraba una iluminación inadecuada y exigió rehacer toda la secuencia. Este tipo de perfeccionismo, aunque puede resultar admirable, se convirtió en un símbolo de cómo el caos en el set reflejaba el caos emocional que la película intentaba captar.

De drama fallido a clásico camp

Si bien Mommie Dearest fue un fracaso en su estreno, el tiempo la ha transformado en algo inesperado: un clásico de culto. Lo que debía ser un drama serio sobre los horrores de una infancia abusiva se ha convertido en una especie de comedia involuntaria. Es imposible no reírse ante las actuaciones exageradas, los gritos y las escenas que rozan lo absurdo. El público, en lugar de horrorizarse, se deleitó en el exceso, y pronto la película encontró una nueva vida en los cines de medianoche y proyecciones especiales.

Hoy, frases como “No wire hangers... EVER!” son parte de la cultura popular, y Mommie Dearest ha sido adoptada como un testamento del camp. Es irónico que una película que pretendía revelar el lado oscuro de Hollywood haya terminado por reflejar su lado más ridículo. Al final, ni siquiera importa si todo lo que Christina escribió fue verdad. La película ha trascendido su fuente original para convertirse en una pieza inigualable de la historia del cine. Joan Crawford, si pudiera verla, seguramente se horrorizaría. O se reiría. Quién sabe.

El Gran Leblogski - Moviecrazy

Sobre el autor /

Los más perspicaces habrán intuido que no utilizo mi verdadero nombre, pero tampoco lo hacía Cary Grant. Mi película favorita sigue siendo Casablanca.

¿Algo que comentar?

Participa dejando aquí tu comentario. La dirección de email no será publicada.

Este formulario recopila tu nombre, correo electrónico y contenido para que podamos realizar un seguimiento de los comentarios dejados en la web. Para más información revisa nuestra política de privacidad, donde encontrarás más información sobre dónde, cómo y por qué almacenamos tus datos.

Escribe aquí lo que quieras buscar